viernes, 28 de mayo de 2021

Reaparece el Tapiz de las Bordadoras de Isla Negra.

 El hallazgo de la desaparecida obra de la UNCTAD que estaba en manos de Guido Girardi.

Por Pedro Bahamondes Chaud. 

The Clinic. 25 de Mayo, 2021

 


El pasado 14 de mayo, el senador PPD entregó en comodato al GAM una de las veinte piezas de arte que fueron saqueadas en el ex edificio Diego Portales durante la dictadura. Se trata de una arpillera gigante hecha por bordadoras de Isla Negra. Girardi dice que la compró en el persa Biobío a comienzos de los 80, y que recién en 2019 supo por un documental que se trataba de la obra original. El tema se volvió un secreto a voces en medio de una disimulada negociación entre los ministerios de Cultura y Bienes Nacionales, el Museo de la Solidaridad, el arquitecto Miguel Lawner y la fundación responsable del legado de sus creadoras. Esta es la historia de su reaparición.

I. Reencuentro

Llegaron hasta su departamento en Providencia a mediados de agosto de 2019. Nadie le había dado ni una sola pista del motivo de esa inesperada visita. Ni siquiera pudo sospechar de qué se trataba cuando estuvo frente a esas grandes bolsas en su living y las cuatro coloridas alfombras tejidas y plegadas en su interior. Tomó una y la estiró por completo. “No lo identifiqué -dice hoy el arquitecto y Premio Nacional Miguel Lawner-. Empecé a desenrollar el segundo, y apenas apareció la punta me di cuenta de que era el tapiz de las bordadoras de Isla Negra. No te puedes imaginar el impacto que tuve, ¡no la veía desde 1973! Era la obra más querida por todos, la ‘hija’ de la UNCTAD le decíamos”.

Primera vez en casi 50 años que Lawner tenía nuevamente ante sus ojos una de las veinte obras de arte que componían la colección original de la sede de la Tercer Conferencia Mundial de Comercio y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCTAD III), el proyecto arquitectónico más emblemático de la Unidad Popular, que él mismo encabezó. Inaugurado en 1972 y considerado un hito de la arquitectura moderna, el edificio construido por obreros y voluntarios en maratónicos 275 días lucía 35 murales, tapices y esculturas curadas por Eduardo Martínez Bonati, e inspiradas y creadas para el inmueble por los principales artistas de la época, como Roberto Matta, José Balmes, Gracia Barrios, Roser Bru, Guillermo Núñez, Eduardo Vilches y Francisco Brugnoli.

El mismo día del Golpe, el edificio donde actualmente se encuentra el Centro Gabriela Mistral (GAM) fue tomado por la Junta Militar y años después rebautizado como el Diego Portales. ¿Y las obras de arte? Algunas fueron destruidas, botadas a la basura y al menos otras veinte desaparecieron. Entre las últimas, la única pieza colectiva de toda la serie y que había sido bordada por doce mujeres de Isla Negra, en la V Región. Esa era la que aparecía ese agosto en 2019 ante los ojos de Lawner, décadas después de que se perdiera todo rastro de ella.

“El cariño que le teníamos a esa obra era notable, por su confección y lo que simboliza. Las bordadoras estaban dedicadas a bordar chanchitos de Quinchamalí, hasta que Neruda les dijo que contaran su vida, dónde vivían y lo que pasaba en este país en ese momento. El bordado que ellas hicieron para la UNCTAD es la síntesis de ese nuevo espíritu de las bordadoras y de una forma de hacer colectiva en este país por esos años. Es una obra monumental y valiosísima desde muchos puntos de vista”, apunta el arquitecto.

“No lo identifiqué -dice hoy el arquitecto y Premio Nacional Miguel Lawner-. Empecé a desenrollar el segundo, y apenas apareció la punta me di cuenta de que era el tapiz de las bordadoras de Isla Negra. No te puedes imaginar el impacto que tuve, ¡no la veía desde 1973! Era la obra más querida por todos, la ‘hija’ de la UNCTAD le decíamos”.

Ese día de agosto, junto a Lawner se encontraban Hugo Gaggero, otro de los arquitectos que planificó y dirigió la construcción de la UNCTAD III; Manuela Piña, su nieta; la periodista y una de las asesoras de Fundación Teatro a Mil, Paula Echeñique; su hija Antonia –licenciada en Estética y directora del FIDOCS– y Bruno Salas, director del documental Escapes de gas (2014). El filme, que revela detalles inéditos de la historia de la UNCTAD III y sus años más ocultos durante la dictadura, contiene además algunas de las pocas imágenes en movimiento que se tenían de varias de las obras desaparecidas. Fue la primera evidencia para establecer que ese colorido tapiz de arpillera, de 2.35 de alto x 8.06 metros de ancho, era el mismo bordado en blanco y negro de los registros de época.

“Cotejamos fragmentos y detalles de la obra en la película con lo que estábamos viendo ahí, para ver si se trataba de la obra original. Fue también la primera vez que la vimos todos”, recuerda Salas, quien solo días antes se había enterado del hallazgo de la pieza: “Me llamó Antonia Girardi –una de las cuatro hijas del senador PPD Guido Girardi– dos meses antes del estallido social, nos juntamos con ella y su mamá en un café y me contó que cuando vio el documental había reconocido la imagen de una pieza que durante años estuvo en la casa de su familia en Valparaíso, y que sólo ahí pudo discernir que se trataba de la misma obra. Fui el primero a quien llamaron. Les propuse que nos juntáramos con Lawner, ellas llevaron las arpilleras y fuimos a verlo. Hubo mucha emoción ese día, celebramos que hubiera aparecido, pero al rato empezó la conversación más dura sobre qué había que hacer con ella”, cuenta.

“Efectivamente llegaron a mi departamento a preguntarme qué hacían, y yo les dije que todas las obras del edificio de la UNCTAD pasaron a propiedad del Estado en 1973, de modo que son propiedad del Estado y tienen que ser restituidas. Todos, entiendo que Guido después también, porque ese día no estuvo él ahí, estuvieron de acuerdo”, relata Lawner.

Con el correr de los días, semanas y meses, el propio arquitecto comenzó a contar esta historia entre sus cercanos y en diversas apariciones académicas, incluida una por Zoom el pasado jueves 22 de abril, en un seminario ante unos 30 investigadores y artistas que escuchaban atónitos su relato. Durante el registro de esa charla, cedido a The Clinic por Cartografías de la Memoria como primer antecedente para este reportaje, Miguel Lawner narró toda la anécdota detrás del hallazgo del bordado de Isla Negra y la definió como una “inverosímil historia”.

Hoy profundiza sus dichos: “Lo que más me llama la atención es que hayan transcurrido tantos años y que entre las numerosas personas que pasaron por su casa en Valparaíso y que conocieron la UNCTAD y el tapiz, ninguna haya reparado en que podía ser el de las bordadoras de Isla Negra”.

II. Del persa Biobío a Valparaíso

Fue un domingo en pleno 1980, recuerda. Tenía 20 años, estudiaba Medicina y era dirigente en la Universidad de Chile, cuando una mañana se echó a andar por el persa Biobío.

“Soy un apasionado de los mercados persas, desde chico. Después lo aproveché como candidato a diputado y senador; son mi espacio más privilegiado para hacer campaña. En uno de esos tantos recorridos por el Biobío, me acuerdo que vi uno de estos típicos puestos con antigüedades de todo tipo. A un lado había un bolso, más bien un saco, del que salía un pedacito de unas arpilleras. Se veía que estaban cortadas, y justo se asomaba un trozo que estaba precioso y que me encantó. Le pregunté al señor que lo vendía qué era. ‘Alfombras antiguas’, me dijo él”, cuenta Guido Girardi.

“No me debió haber costado muy caro. Me imagino que me habrá costado, en el equivalente hoy en día, unos 50 mil pesos. La compré, llegué a mi casa –yo vivía con mi madre todavía–, y me acuerdo que las guardé ahí en su casa en Vitacura. Después se me olvidó totalmente. Yo después me fui de la casa, me casé, me separé, me encontré con la Paula (Echeñique, su segunda esposa), nos fuimos a vivir a La Reina y debió haber sido por el año 2012, que mi madre me llamó y me dijo que había encontrado en mi closet algunas cosas mías. Me pidió que las fuera a buscar. Llegué a su casa y me encontré con estas cosas. Las abrí y me di cuenta que eran unas arpilleras tipo Violeta Parra, las volví a encontrar maravillosas y además estaban bien conservadas a pesar de haber estado más de veinte años ahí. Me las llevé y se las mostré a la Paula. Nosotros tenemos una casa grande en Valparaíso y me dijo que las pusiéramos allá. Las instalamos en 2012 ó 2013”, agrega el senador PPD.

 “Pusimos sólo tres, porque no cabían todas. Una la guardamos, incluso. Dos las mandé a poner en un bastidor con mucho cuidado, y otra estaba en una pequeña salita. Ahí estuvieron hasta el 2019, cuando mi hija Antonia, que es amante del cine y los documentales, me dijo que acababa de ver un documental que se llama Escape, creo, en el que había una imagen parecida a la de la obra que teníamos en la casa. ‘Es muy parecida a la que tú tienes en la casa’, me dijo insistentemente. Incluso trajo una foto. Yo nunca había visto la obra completa, pero inmediatamente supe que se trataba de la misma. Ella me comentó que podíamos conversar con Lawner y otro arquitecto, y yo me junté con ellos. Cuando le conté a Miguel que efectivamente yo tenía la obra, casi se puso a llorar. Me dijo, desde luego, que esa obra le pertenecía a la UNCTAD y por ende al Estado, y que además había sido robada”.

-¿Nadie en su círculo, durante todos los años que estuvo en su casa, le dijo que podía tratarse de la misma obra?

-Nadie la reconoció. Ocurre también que esa casa es de fin de semana, no donde yo vivo. Van mis amigos más bien íntimos, no es un lugar público. No sé, nadie dijo nada; de hecho, tengo muchos amigos del mundo intelectual. Piensa que la obra estuvo desde el año 80 al 2012 guardada en casa de mi madre, casi 22 años. Cuando reapareció yo ya era senador, y recién ahí la pusimos en la casa de Valparaíso. Pero a mí jamás se me ocurrió que podía ser una de esas obras. Ni siquiera conocí la UNCTAD. Además parecían pedazos de alfombras enrollados, y estaban todos sucios. La primera noticia que tuve sobre esto, te insisto, fue por la Antonia, mi hija, que había visto el documental. Apenas supe y me cercioré, porque tuve dudas, lo primero que hice fue ir a ver a la ministra (de Cultura) y plantearle el tema”.

-Desde que supo que se trataba del bordado de Isla Negra, ¿averiguó más sobre la historia de cómo pudo terminar en sus manos?

-Me imagino que llegó al persa Biobío porque quienes se la robaron no le dieron valor, y además porque estaba asociada a la izquierda. Si hubiesen considerado que era de valor, no habría terminado allí. La despreciaron, yo creo, se la debió llevar un milico raso, no sé, pero alguien evidentemente no la valoró. Le pregunté a Miguel Lawner y a varias personas vinculadas de alguna manera a la UNCTAD qué hacer, y él y muchos me dijeron que la obra debía ser restituida al Estado de Chile. Esa es también mi opinión: yo no la quiero donar sino restituir.

III. La disputada tuición

La última semana de agosto de 2019, Guido Girardi llamó por teléfono a la ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, Consuelo Valdés. Acordaron reunirse en la oficina de esta última, en pleno Paseo Ahumada. “La fui a ver solo, le conté esta historia, le dije que yo quería restituir la obra al Estado y ella estuvo de acuerdo”, cuenta el senador. Días después se concretó una segunda reunión, de la que también participaron su esposa, su hija, Miguel Lawner y Bruno Salas. Ese día llevaron el bordado. En cuestión de minutos se resolvió efectuar el traspaso de la obra a través del abogado de la misma cartera, Lucas Dibán.

“Durante esa reunión se donó oficialmente el tapiz, y la ministra dijo que iba a recurrir a un abogado para que redactara el documento y que todo fuera legal. Yo dejé muy en claro que estas obras son todas propiedad del Estado por el simple hecho de haber sido encargadas y pagadas por él”, apunta Lawner. También se acordó que la obra iba a pasar por el Centro Nacional de Conservación y Restauración en la Recoleta Domínica. “Estaba en buen estado, pero necesitaba restauración. Quedó prevista una ceremonia de entrega oficial una vez que la obra estuviera lista, y cuando se me consultó dónde debía quedar y ser expuesta sugerí que ese lugar fuese, por su historia, el GAM”, recuerda el arquitecto.

La ministra Valdés citó a los pocos días a Felipe Mella, director del GAM. “Definimos que la lógica era que esa obra debía quedar en su lugar origen”, dice el gestor cultural. “Hemos tenido desde el principio un diálogo muy fluido con Girardi y su familia, tuvimos apoyo del ministerio, que fueron mediadores en el proceso y se acercaron a nosotros para ponernos al tanto de la aparición del bordado. Hace algunos años el GAM ha hecho esfuerzos por recuperar la colección patrimonial que perteneció a la UNCTAD, y desde ese punto de vista el hallazgo de esta obra era un hito muy significativo”.  

Desde el Ministerio de Cultura en colaboración con la directora del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, Claudia Zaldívar, se realizaron las gestiones para que un grupo de expertas autentificaran y evaluaran el estado de conservación de la pieza.

 “Estaba la intención de donar este textil al museo -recuerda Zaldívar-. Me reuní con representantes del Ministerio de las Culturas y con Paula Echeñique. Esta donación resultaba interesante por la línea curatorial de arte y compromiso social del museo, porque nuestra colección posee textiles del mismo periodo y contamos con profesionales y condiciones de conservación adecuadas”. En 2017 el museo había recibido la donación de la obra Multitud III, el tapiz de Gracia Barrios que también fue parte de la UNCTAD y que hasta entonces estaba desaparecido. Junto a los collages de Roser Bru, hallados también en manos de un privado en 2014, eran las únicas dos obras recuperadas del edificio hasta ese entonces. La tercera era precisamente el bordado de Isla Negra.

Ante la posibilidad de esta nueva donación, sigue Zaldívar, la encargada de la colección del mismo museo, Caroll Yasky, en compañía de la conservadora experta en textil Ana María Rojas y la licenciada en Teoría e Historia del Arte Josefina De la Maza, visitaron a mediados de agosto una casa particular en el sector de Pedro de Valdivia Norte, con el objetivo de evaluar el estado de conservación y autenticidad de la obra. “No te puedo decir mucho más, porque todo esto fue con una solicitud de confidencialidad de parte del ministerio. Sólo que vimos la obra y que efectivamente se trata de la pieza”, revela Yasky.

La estiraron para verla completa, recuerda De la Maza: “Se encontraba separada en paneles. La separación fue cuidadosa y, de hecho, correspondía a la división del trabajo hecha por las bordadoras de Isla Negra en 1972. Estaba sucia, con algunas zonas afectadas por polillas y un poco de humedad. Hay que agradecer que haya sido bordada con lana acrílica, porque ayudó, a la larga, a contener su deterioro y conservar parte de su colorido”.

A pesar de lo “bien cuidada”, sobre la superficie del bordado había zonas incompletas y con la tela base al aire. No impedían, sin embargo, que allí se apreciara aún la belleza del paisaje chileno, con su actividad económica y cultural, retratada por sus doce autoras: la imagen va desde el mar hasta la cordillera, y se logra ver en minúsculas y coloridas escenas el oficio de la pesca nocturna, bailes tradicionales, el trabajo en el campo y la actividad minera.

“Los especialistas hemos decidido que esos desgastes no se vuelven a tapar. Fue algo que se evaluó, pero en general no corresponde. Las heridas en la obra, por así decirlo, se consideran testimonios de lo que ha recorrido y de su propia historia”, explica Ana María Rojas, encargada de emitir un informe y un proyecto de conservación del bordado.

Fue, sin embargo, la única ocasión en que las expertas tuvieron acceso a la pieza. “Pensamos de buena fe que todo iba a ayudar a acelerar la noticia del hallazgo y dar las directrices del requerimiento que tiene la pieza para contar con la dignidad que debe tener, y lamento mucho que no haya pasado nada al respecto. No supimos más qué fue del bordado, y me siento muy defraudada por eso”, comenta Yasky.

La imagen muestra detalles del bordado, incluyendo flores y casas.Detalles de la obra en el documental Escapes de gas, 2015 (Trampa Films).

“Todo se deshizo. Nunca terminas de saber dónde están los límites del poder”, le sigue Rojas. “Tiempo después me enteré de que había llegado la orden de que todo el asunto del bordado pasaba de Cultura a Bienes Nacionales. Quedó todo en cero, y fue raro. Sé que la obra llegó al Centro de Conservación y Restauración, que fue embalada correctamente y que estaba lista para iniciar el proceso de al menos cuatro meses. Después de eso no supe más. Es muy absurdo hicieron de todo esto una cocina política y de una manera muy evidente”, agrega la especialista.

El Ministerio de las Culturas pidió “confidencialidad” en torno al bordado de Isla Negra mientras no se diera a conocer la noticia de su hallazgo, revela Zaldívar: “Ignoro el motivo de su demora en anunciarlo. En 2019 estábamos exhibiendo la muestra Tejido social. Arte textil y compromiso político, que con la curaduría de Josefina De la Maza abordaba en una de sus secciones la historia de los textiles de la UNCTAD. Sabiendo de este hallazgo, cuya comunicación no dependía de nosotros, consignamos su aparición en el catálogo digital de la exposición”. Allí se lee:

“Las obras de Barrios y Bru aparecieron hace algunos años, al que igual que otra obra textil del mismo conjunto descubierta recientemente, un bordado de grandes dimensiones realizado de modo colectivo por las mujeres de Isla Negra”.

“El Ministerio de las Culturas pidió “confidencialidad” en torno al bordado de Isla Negra mientras no se diera a conocer la noticia de su hallazgo, revela Zaldívar: “Ignoro el motivo de su demora en anunciarlo”.

Pudo haberse sabido también el 28 de agosto de 2019, para la inauguración de la muestra Bordar el desborde. Las bordadoras de Isla Negra en el MNBA 1969-2019, que por esos días marcaba el retorno de las autoras del tapiz al Museo Nacional de Bellas Artes a 50 años de su exposición curada por Nemesio Antúnez. La muestra recorría la trayectoria de las artistas y hacía alusión además a su “obra fantasma”. Esa tarde había más de 300 personas de distintas comunidades de Isla Negra, incluidas las bordadoras.

“Antes de la inauguración, Claudia Zaldívar me llamó para contarme que la obra había aparecido y se intentó que el bordado apareciera en nuestra exposición. Lo hizo pensando que yo sabía, y la verdad es que no tenía idea”, recuerda su curadora y directora además del Archivo Central Andrés Bello, Alejandra Araya.

“Ya estaba entonces la disputa de quién se iba a quedar con la obra, lo cual me parece muy siniestro considerando que sus autoras no tenían idea tampoco del hallazgo. Durante mi discurso de inauguración mencioné el bordado y, que en caso de que apareciera, quienes debían decidir el destino eran ellas, pero nunca fueron consideradas para la discusión como sí se hizo con las otras obras que aparecieron y el GAM y todos consultaron a los artistas. ¿Por qué entonces a las bordadoras no? ¿Es porque al ser del pueblo y mujeres no tienen derecho sobre la propiedad de su obra o porque no las consideran artistas? Esto fue lo planteé entonces, y lo sostengo”, agrega Araya.  

Esa misma tarde, Luz Marmentini Sobrino, directora de la muestra y sobrina de Leonor Sobrino, la mujer que incentivó a las mujeres de Isla Negra a bordar, supo del hallazgo de la obra. “Nos contaron que esta historia era vox pópuli en algunos sectores, y que la maniobra llevaba por lo menos un mes de actividades”, cuenta.

“Eso fue muy paradojal, porque justamente no salía a la luz pública el bordado y toda esta posesión, y al mismo tiempo se estaba tramando una maquinación de qué había que hacer y cómo manejar la situación -agrega-. Días después fuimos contactados por el ministerio de Cultura y parte de la familia Girardi, y me puse a disposición para tratar de cambiar el curso de esta maniobra. Teníamos clarísimo que la obra tenía que ser devuelta a las bordadoras y que ellas debían decidir qué hacer con ella. Luego de infructuosos intentos, di un plazo para comunicar a las autoras que la obra había reaparecido. Habían pedido un periodo de ‘discreción’, y me acuerdo haber dicho que les daba hasta 48 horas, porque eran ellas las primeras que debían saberlo”.

Aunque se restó en mitad del proceso, Bruno Salas reconoce que “el primer temor fue la captura institucional que podía existir de la obra. Desde el primer momento quedamos en que el bordado debía ingresar a una suerte de inventario de Bienes Nacionales, lo cual es sumamente necesario, y por otro lado que el GAM o la institución que se la quedara tuviera que exhibirlo sí o sí. Había que asegurarnos de que eso se cumpliera, y de que además hubiera un acto público en el que se entregara la obra y fuese anunciada. Esos fueron los puntos fundamentales de la discusión, pero esto último nunca ocurrió”.

IV. Pactos de silencio

Semanas después de que Guido Girardi entregara por primera vez y personalmente el bordado de Isla Negra a la secretaria de la ministra Valdés, recibió un llamado suyo: “Dijo que tenía que devolvérmela. Que había hablado con los abogados del ministerio, le habían dicho que la obra era mía y que me la tenían que devolver o yo ir a buscarla, y que la figura de la restitución de la obra no les correspondía a ellos sino a Bienes Nacionales. Fui a buscarla y me la volví a llevar. Tiempo después, antes del estallido, la Paula la llevó ella misma al Centro Nacional de Conservación y también nos lo devolvieron”, revela. Girardi contactó entonces al abogado Ciro Colombara.

 “La posición del Gobierno es que la obra le pertenece al senador Girardi, porque adquirió de buena fe (sin saber que la obra era parte del saqueo de la dictadura) y han pasado más de 10 años; pasó el plazo máximo de prescripción. La base es el Código Civil”, explica Colombara. “Nuestra posición es que la obra le pertenece al Estado de Chile, porque al tratarse de bienes culturales o artísticos de propiedad del Estado, respecto de los cuales hubo un saqueo de la dictadura, tales obras siguen perteneciendo al Estado aun cuando hayan sido adquiridas de buena fe por un particular. El fundamento jurídico de nuestra posición es el derecho internacional sobre la materia y tanto es así que algunos países (Francia, por ejemplo) están reconociendo que los bienes arqueológicos o artísticos de países africanos que fueron objeto de apropiación pertenecen a esos países y los van a devolver”, añade.

En medio de todo eso apareció también Eduardo Vera, director de la Fundación Eladio Sobrino, representante y encargado de preservar el legado de las bordadoras de Isla Negra.

“La posición del Gobierno es que la obra le pertenece al senador Girardi, porque adquirió de buena fe (sin saber que la obra era parte del saqueo de la dictadura) y han pasado más de 10 años; pasó el plazo máximo de prescripción. La base es el Código Civil”, explica Colombara. “Nuestra posición es que la obra le pertenece al Estado de Chile”

“Muchas de ellas ya murieron. Creo que sólo quedan dos con vida, muy viejitas. Él me solicitó, en representación de ellas, la devolución de esa obra a sus autoras a través de la misma fundación”, cuenta Girardi. “Le dije que lo primero que yo quería aclarar era que el Estado era dueño de la obra y que yo, como parlamentario y civil además, debía devolvérsela. También le aclaré que la decisión no pasaba por mí y que yo estaba en la idea de restituir la obra. La conversación iba bien encaminada, la íbamos a entregar en el GAM el lunes 21 de octubre de 2019, y el viernes anterior fue el estallido social. Después vino la pandemia y hasta ahí llegó todo”, recuerda.

Desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio no accedieron a responder preguntas para este artículo. Tampoco la ministra Consuelo Valdés. Sí lo hicieron desde el Ministerio de Bienes Nacionales, donde fueron notificados a través de un correo electrónico firmado por el senador PPD con fecha 29 de octubre de 2020, recién un año después de que se truncara su último intento de entrega.

“Mediante correo electrónico, el senador Girardi presentó una carta ante el Ministerio de Bienes Nacionales, con copia al Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio, solicitando pronunciamiento respecto al procedimiento de coordinación para restituir una obra de arte que pertenecería al Fisco, consistente en un tapiz bordado por las Bordadoras de Isla Negra, que habría formado parte de la colección del edificio Unctad III de 1972, actual GAM”, afirman desde la cartera que encabeza el ministro Julio Isamit.

Luego de recibida la solicitud del senador, en diciembre de 2020 se pidió un informe al Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, al Servicio Nacional del Patrimonio Cultural y a la Corporación Cultural Gabriela Mistral, para que informaran respecto a ella. Le pidieron a Guido Girardi que especificara la forma en que había adquirido la obra, su origen y autenticidad, explican desde Bienes Nacionales; y afirman:

“A raíz de la petición del senador Girardi se ha realizado un acabado estudio, y luego de haber determinado que la obra en cuestión corresponde a un bien mueble fiscal, se arribó a la conclusión de que el proceso de restitución debe ser al Ministerio de Bienes Nacionales. Se harán esfuerzos necesarios para que, en coordinación con el Ministerio de Cultura y el Ministerio Público, se emprendan acciones legales e investigativas para dar con las obras perdidas”.

En enero de 2021, un año y medio después de su silenciosa aparición, el Ministerio de Cultura, las Artes y el Patrimonio concluyó que la obra corresponde al original del tapiz elaborado por las Bordadoras de Isla Negra para el edificio de la UNCTAD III durante el año 1972, y que se encontraba oficialmente desaparecida desde el año 1973. La tarde del viernes pasado, 14 de mayo, el senador PPD llegó hasta el centro cultural de Alameda e hizo formalmente la entrega en comodato, a la espera de que sea restituida al Estado.

La obra es considerada la "hija" de la UNCTAD. Crédito: GAM.La obra es considerada la “hija” de la UNCTAD. Crédito: GAM.

Cuatro meses tardará su restauración en el centro de conservación alojado en la Recoleta Domínica, detalla Felipe Mella. “Va a quedar en el espacio que ocupa la sala MAPA (de Arte Popular Americano), que ha cedido su espacio y que permitirá conservarlo con una luminosidad adecuada, se le podrá dar inclinación para que no quede colgando y resguardar su valor patrimonial y artístico. Pretendemos que esté lista para septiembre, que es el mes del GAM”. El lugar exacto de de su ubicación, precisa Mella, es en el subterráneo del edificio B.

Sobre qué institución debía recibir la obra, Mella es claro: “Se evaluó mucho si entregárselas a las bordadoras o a nosotros. Hay una suerte de política a nivel mundial de que es fundamental y necesaria de que todas las obras desaparecidas y saqueadas, en muchos casos y contextos, vuelvan a su lugar de origen. Hemos hecho un acuerdo con la Fundación Eladio Sobrino para que la obra circule también por Isla Negra, pero su lugar original siempre va a ser el GAM”.

V. Culpas y meaculpas

Especialistas cuestionan la decisión de alojar la obra en el GAM, desde el punto de vista técnico, y por los cuidados y mantenciones que requerirá a futuro. “No es un edificio generado para ello”, apunta Yasky. También hay malestar por los retrasos en el proceso y ese anuncio que no se hizo en dos años. “Hay pactos de silencio en torno a las obras de la UNCTAD, y el bordado de Isla Negra no es la excepción”, comenta Bruno Salas. “La ocultación de obras de arte fue una operación silenciosa acorde a pactos de silencio que se hacían en esa época. Hubo otras que se escondieron en depósitos de museos y de facultades de la Universidad de Chile también, por cierto. No se puede descartar nada, pero yo creo que por ahí va la cosa”, dice.

“Sobre este tema no tenemos certezas”, afirma Josefina De la Maza. “Algunas obras fueron destruidas o vandalizadas; otras, como bien sabemos, fueron transformadas in situ. Muchas pueden haber sido robadas, apropiadas y también vendidas por partidarios de la dictadura, pero creo que es importante incluir en esta ecuación una opción adicional. Es posible que partidarios de la UP, cercanos al proyecto de la UNCTAD, hayan rescatado y ocultado algunas piezas. Han pasado muchos años y si eso efectivamente sucedió, sólo queda seguir esperando que alguna vez salgan a la luz…”, agrega.

Miguel Lawner dice alegrarse por la noticia, pero critica duramente el proceso y a las autoridades. También da espacio a la autocrítica: “Me pone contento que se quede en el GAM, pero yo pensé que ya estaba restaurada pues ha pasado demasiado tiempo. Yo manejaba la historia hasta ahí… Reconozco y hago la autocrítica de que tardamos mucho todos en decir que el bordado había aparecido. No me correspondía a mí, pensé. Pasó a un segundo plano para muchos con la peste, pero no es posible que se haya mantenido en tanto hermetismo”.

Es probable, concluye Lawner, que el Ministerio de las Culturas “no haya tenido real voluntad ni tanto entusiasmo como para anunciarlo en grande, por el significado político de la obra. Para qué estamos con cuentos: es un símbolo de lo que fue la obra de Allende, y con el cuadro crispado que tenemos hoy en día, con un gobierno moribundo, hacer una loa a la excepcionalidad de un presidente tan impugnado por ellos mismos no correspondía. No quiero hacer mayor juicio. Tengo una buena opinión de la ministra, pero creo que tiene que haber influido de alguna manera este prejuicio tan injusto. Es una obra de arte real, muy significativa y de una época excepcional en la historia de Chile”.

La imagen actual muestra los detalles de la obra en colores. Flores, campesinos y animales. Hace dos años las bordadoras que aún viven se enteraron de que su obra fue encontrada. Crédito: GAM.

Por su parte, hace dos años Luz Marmentini le contó a las bordadoras que aún viven sobre la reaparición de su textil. “Hicimos un viaje especial a Isla Negra y fue un encuentro maravilloso con ellas. La emoción de estas mujeres fue la de alguien que se reencuentra con alguien, con algo que se les había desaparecido y donde habían puesto su corazón”, cuenta. Antes de que la obra parta al Centro de Conservación, Marmentini solicitó el bordado durante 24 ó 48 horas, para reencontrarse con sus autoras después de casi medio siglo. Tiene la esperanza de que ocurrirá pronto.

“La aparición del bordado hizo palear toda la indiferencia y la brutalidad de las organizaciones culturales que estaban haciendo una transacción con una persona que se había apropiado o tenía en su poder hace muchos años y en silencio una obra que es conocida y emblemática”, apunta. “Desde hace un tiempo estamos planificando lo que serán los 50 años del bordado de Isla Negra, que se cumplen el 2022. Lo imaginábamos todo sin la obra, por supuesto, que ha desaparecido en realidad dos veces y es la pura verdad, pero ahora que su cuerpo vuelve a reaparecer la sientes más cerca y además ellas saben con absoluta certeza que aún existe”.


1 comentario: