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domingo, 28 de junio de 2020
Funeral VIP en tiempos de coronavirus.
por Marco Moreno. El Mostrador. 23 junio, 2020
Funeral VIP en tiempos de coronavirus.
Ya no importa si la información es cierta o no, si cumplió 100% el protocolo como lo afirmó enfáticamente la subsecretaria Daza, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree. A juzgar por las interacciones en redes sociales, por las explicaciones de las autoridades sanitarias y del propio Presidente, los ciudadanos –o una parte de ellos, que seguro La Moneda ya midió– no creyeron las explicaciones oficiales, erosionando nuevamente su menguada aprobación y el activo político que la gente más valora y aprecia en un gobernante, como es la confianza y que, en el caso del Mandatario, parece estar irremediablemente perdida.
El funeral del tío del Presidente –atributo mayor que ser un exmiembro de la curia– ha vuelto a colocar en el foco de la polémica la imagen del Mandatario y la percepción instalada en la sociedad chilena: que la desigualdad no solo tiene que ver con una cuestión económica. Recordemos que esta es una de las causas que estuvo en la base del estallido social del 18 de octubre y que, lejos de cerrarse como problema estructural, parece seguir evidenciando que en Chile no todos somos iguales y que hay algunos más iguales que otros.
Como hemos aprendido a fuerza de miedo, las exequias para personas fallecidas por COVID-19 y casos probables de muerte por el virus están sujetas a un estricto protocolo sanitario. Las más de 7 mil familias que han tenido que despedir a sus difuntos, saben de este padecimiento adicional a la pérdida de un ser querido. Sin embargo, las imágenes viralizadas del funeral del Bernadino Piñera instalan varias dudas acerca del cumplimento de tales medidas. Como lo señaló la nota de El Mostrador, en la actividad “había más de 20 asistentes, no se cumplieron las normas de distanciamiento social e incluso se contó con la presencia de músicos para acompañar la ceremonia”.
Lo que no comprenden quienes ven en esto un ataque al Presidente, es que hemos pasado del examen final a la evaluación continua de la gestión de los gobernantes. Lo actores políticos, especialmente los gobiernos y su entorno, están siendo vigilados con un nivel exigente y crítico de monitorización, fiscalización y observación –aumentado y empoderado por las redes sociales– que ya no tolera ni va a permitir el uso discrecional del poder y la autoridad. Las imágenes del funeral colocan nuevamente el foco sobre la imagen del Mandatario, porque, en lo que parece ser una pulsión incontrolable, cree que los límites son los que impone él, lo mismo que sobre lo que está bien o mal.
Las explicaciones de la autoridad sanitaria, de parlamentarios del oficialismo y del propio Presidente en un punto de prensa donde –sin realizar un mea culpa– afirmó que “nadie está por encima de la ley”, no hacen sino confirmar la desconexión de la elite del poder con los ciudadanos. El Presidente, su ministro de Salud, Enrique Paris, la subsecretaria Paula Daza y su estrecho círculo de asesores, siguen sin entender que en política las cosas no son lo que son, sino lo que parecen.
Y lo que parece acá es que al procedimiento del funeral del tío del Jefe de Estado no se le exigió el mismo rigor ni fiscalización que al resto de las más de 7 mil familias que han debido cargar con pérdidas de familiares por la pandemia. Se vuelve a instalar la emoción de la desigualdad y que sí hay quienes están por encima de la ley.
El protocolo dice que solo pueden asistir el núcleo directo del fallecido y máximo 20 personas. Que el distanciamiento debe ser, mínimo, de un metro entre asistentes al funeral y que, para inhumación, siempre debe ser en ataúd sellado. Lo que se observó fueron tres sacerdotes, seis músicos, dos fotógrafos, en total 31 personas. Ciertamente y a todas luces, en este caso las reglas a lo menos se flexibilizaron. Eso es lo que vimos.
El Primer Mandatario no termina de entender que en política la forma es fondo. Esto significa que los modos, gestos, actitudes, comportamientos, palabras, o sea, lo externo, es materia o substancia que puede influir en la imagen que los ciudadanos se forman acerca de él y su Gobierno. La significación de esta frase deriva en que los procedimientos y la manera en que se articula la política y la acción de Gobierno, son tan relevantes como el fondo, pues son su propio reflejo y consecuencia.
Ya no importa si la información es cierta o no, si cumplió 100% el protocolo como lo afirmó enfáticamente la subsecretaria Daza, si la noticia es o no real, sino cuánta gente la cree. A juzgar por las interacciones en redes sociales, por las explicaciones de las autoridades sanitarias y del propio Presidente, los ciudadanos –o una parte de ellos, que seguro La Moneda ya midió– no creyeron las explicaciones oficiales, erosionando nuevamente su menguada aprobación y el activo político que la gente más valora y aprecia en un gobernante, como es la confianza y que, en el caso del Mandatario, parece estar irremediablemente perdida.
El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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