Escribe Jorge Lillo.
DONDE SE DESCRIBE SOMERAMENTE LAS CONSECUENCIAS
DE LAS LLUVIAS QUE ECHARON A PERDER LA SEQUÍA,
Y DE LA INSOPORTABLE LIVIANDAD DEL ENTE.
Sin plata, sin alimentos,
sin trabajo ni esperanzas,
estamos en la balanza,
sin salir del campamento.
El frío va en aumento,
porque el invierno se vino
clavando un cuchillo fino,
cada día, cada noche,
mientras Piñera en su coche,
sin remilgos, compra vino.
Se sale a comprar el pan,
tutitos de pollo, tres;
tres papas pa’hacer puré,
de azúcar, un cuarto, y sal,
sin permiso pa’ comprar,
(no hay “amigo en su camino”).
Arreglado entre vecinos,
se arma el bulto pa’l almuerzo;
en cambio, sin ni un esfuerzo,
va Piñera a comprar vino.
Anoche llovió fuertazo,
y se inundó el campamento;
(no hay ministro que oiga el cuento):
caía el agua a baldazos.
No bastaron nuestros brazos,
se inundaron los caminos,
y lo poco que tuvimos
todavía está estilando;
mientras Piñera, paseando,
va, escoltado, a comprar vino.
Venía el agua a raudales
por abajo y por arriba;
la mejora, estremecida,
flotaba entre dos canales.
El barro baja a caudales
con un fragor asesino.
Ya no es cosa del Destino
vivir en tanta pobreza,
mientras Piñera, Su Alteza,
va, campante, a comprar vino.
Se inundó este campamento;
sobre las mesas, las guaguas,
tapadas con un paraguas,
pues llovía igual adentro.
El agua, sin miramientos,
traía restos cochinos;
tapábamos con choapinos
los hoyos de las paredes,
mientras Piñera se atreve,
suelto’e cuerpo, a comprar vino.
Pero vendrá Primavera,
no habrá fuerza que nos calle;
diremos, donde nos halle,
una verdad verdadera.
Se alzará la voz señera
del pueblo con su destino,
señalando aquel camino
que Salvador anunciara,
mientras Piñera se ampara
detrás de una bota’e vino.
1º de Julio de 2020.
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