La
suspensión de eventos artísticos y el cierre de espacios culturales, en
el contexto de la crisis sanitaria por el COVID-19, dejó en evidencia
cómo hoy cientos de artistas nacionales están sometidos a relaciones
laborales fuertemente precarizadas. Aquí, los contratos son escasos, no
hay seguros asociados u otro tipo de beneficios. Al final del día, todo
depende de las posibilidades de acceder a un fondo estatal.
La situación es preocupante: sólo en el ámbito de las artes escénicas se estiman más de 470 funciones interrumpidas y cerca de mil 700 personas afectadas, entre artistas y técnicos. A ello se suma un extenso espectro en el que se contabilizan músicos, cineastas y miembros de las artes visuales.
“Es una hecatombe para todo el mundo de las artes vivas”, dice Carmen Romero, directora de la Fundación Teatro a Mil, quien ha seguido de cerca la crisis que ha remecido al sector.
“La
mayoría de los trabajadores y trabajadoras boletean y viven de la
taquilla, entonces, mientras estén las salas cerradas, no pueden
trabajar. Es algo súper complejo”, comenta la gestora cultural.
La
semana recién pasada, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el
Patrimonio presentó un plan para amortiguar esta crisis. El proyecto
consideró la redistribución de 15 mil millones de pesos entre programas
de la misma cartera. No obstante, desde los gremios del arte criticaron
el anuncio, indicando que la medida no atacaba el problema de fondo.
Para
Carmen Romero esta reasignación es positiva en el sentido de que se
privilegian las actividades que, efectivamente, hoy son realizables, sin
embargo, señala que esto abre una nueva pregunta: ¿qué sucederá con los
proyectos que ya se habían visto beneficiados con fondos?
“Reasignar
esos recursos está bien, pero igual vamos a tener el problema mañana,
cuando el teatro vuelva a estar en el escenario. Entonces, el problema se traslada”, critica.
“Lo deseable hubiese sido que se inyectaran nuevos fondos para poder apoyar al sector. Ahora, me pareció que el Ministerio está muy abierto a escuchar”, añade.
En esa
línea, Carmen Romero afirma que es interesante tomar como referencia lo
que ha sucedido en otros países respecto del arte. Así, destaca el caso
de Argentina, donde el Gobierno incrementó el presupuesto de cultura,
creó un fondo de emergencia para espacios artísticos y procuró dar
continuidad a un programa de conciertos que, inicialmente, incluía
presentaciones en una serie de espacios públicos.
Respecto
de esta última actividad, el Gobierno decidió mantener los contratos
vigentes con los cerca de 500 músicos involucrados, pero modificando las
condiciones: ahora los recitales serían desde las casas de los mismos
artistas.
“Argentina inyectó más recursos para que los artistas pudieran estar en conexión con el público, porque hoy hay muchas familias que permanecen en sus casas y hay un estrés muy grande. Entonces, allí es un tema país”, enfatiza Romero.
“Las
artes y las culturas son necesarias, importantes y urgentes para ayudar a
salir de esta crisis. No solamente es un tema de servicios básicos. Es
también, cómo hacemos para aliviar el hecho de que toda nuestra rutina
cambió. Las artes son un vínculo y hoy son imprescindibles para vivir este tiempo tan dramático”, comenta.
Desde la
Fundación Teatro a Mil también han enfrentado en carne propia las
consecuencias de la pandemia: sus actividades inmediatas se pospusieron,
el equipo inició un periodo de teletrabajo y fue revitalizada la plataforma de contenido patrimonial de la institución.
Sin embargo, el objetivo más importante es recalendarizar las funciones
proyectadas para este año y potenciar la versión 2021 del Festival
Santiago a Mil.
Así,
Carmen Romero concluye: “Ahora estamos pensando en cómo volvemos en
septiembre, cómo trasladar aquello que teníamos programado para el
primer semestre para el segundo. Estamos muy conscientes de que cada
minuto es importante para los grupos teatrales, porque como nunca antes vamos a necesitar recuperarnos”.
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